domingo, 25 de abril de 2010

Este tiempo que nos pesa

o nos apremia no existe.
O existe y no logro entenderlo.

Te conté, entre tus patatas fritas
y mi gazpacho sabor comedor,
que estaba pensando en eso del Hoy. Dije:
No existe nada más que ahora.
Esa idiotez a la que llamamos pasado se fué
en el instante después de pasar.
Y eso del futuro ni existe
ni existirá nunca.
Se hará hoy, será ahora, y después nada.

Me preguntaste, secándote los labios
después de un trago de agua,
qué entendía por instante.
Me previniste: te voy a descolocar más. Dijiste:
Ahora no existe tampoco.
Se está consumiendo al tiempo que es.
Y ya no es. Y todavía no es el próximo segundo,
si es que nos atenemos a ese invento,
tonto y nuestro,
de acotar el tiempo en segundos.

Tiempo (tiempo) de postre. Natillas con galleta.
Hablamos de los mayas y me dio mucho vértigo
eso de caminar de espaldas al futuro
(que no existe),
nostálgicos crónicos mirando al pasado
(que no existe).

Nos levantamos de aquel barullo
de universitarios con las bocas llenas de
ruido y comida.
Y pensaba, agarrada a tu cintura,
en nuestro viaje a Toledo (que no es. Pero las fotografías),
en la cicatriz de mi mano (obcecada en seguir siendo,
evidencia de que hubo otro tiempo),
en el imen que no tengo.

Y se me ocurrió escribir
un estúpido poema
(de esos míos tan prosísticos)
para tratar de entenderlo mejor.
Y se me acaban las líneas
pero continúa el vértigo.


domingo, 18 de abril de 2010

Cartas a Milena


Ya desde el primer renglón
jugué a hacerme la despistada.
Y les hablaba a todos
del pudor que me invadía
al leer tus cartas
para Ella. Sólo para Ella.
Y qué hago yo
en medio de tu firma
que se ha reducido a 'Tuyo'
y no te refieres a 'mío'.

Pero quiero confesarte algo,
Franz,
ahora que no puedes enfadarte:
soy una voyeur hambrienta,
''y en ese momento no es a ti quizá a quien amo, sino a ese destino que me has regalado''.
El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de nuestras palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. Por un lado, todas esas palabras subrayan discretamente un único significado: ''yo te deseo''; y lo alimentan lo ramifican lo hacen estallar...por otro lado envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo...


Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes

sábado, 17 de abril de 2010

'Travesuras de la niña mala'

página 375. última palabra: bueno. segundos antes, mi mano sobre los párrafos finales, porque mis ojos siempre se intentan adelantar hasta las líneas que cierran la novela. a veces lo consiguen y me enfado muchísimo. se acabó. esta sensación, de una pena contentísima, en mí no es muy habitual. ya sé que soy demasiado exigente con los finales. y este tío no es creíble. y qué. ahora 'huachaferías' es una más de mi diccionario. y tú dices que quiero ser peruana. y que me gusta escribir sobre sexo. pues ahí va: los buenos finales en los libros me recuerdan muchísimo a los orgasmos.
(y quizás eso de adelantarme a las últimas líneas sea como fingirlos. sí)

miércoles, 7 de abril de 2010

Hoy les veo como a muertos inminentes les sonrío me proyecto en sus arrugas me estremezco

domingo, 4 de abril de 2010

.

Hay una parte en mí tan
totalmente terrenal,
tan de estar por casa,
tan de cualquier barrio.
Esa parte que no cambiaría nada
de las señoras cotilleando
mientras compran el pan;
esa que, encantada,
tararea canciones de Zahara
la popera. Y se sabe varias letras
de memoria.
Hay un algo en mí que se cansa
de buscarle a todo
su aquel
su más allá
su trascendencia.
Tengo una parte que disfruta
hablando de recetas,
de amores y de rupturas,
de tender la ropa.
Soy muchos ratos una de esas,
que no quiere en este instante
poesía.
Ni rimar ni ser distinta.
Ni ser distinta.