viernes, 4 de febrero de 2011

tres-en-raya

Escucha: claro que todas, que Orión entero, que todas muertas. Y que esta luz es sólo memoria de estrella. Como las fotos que faltan, como nuestra maestría para el siamor después del noamor. Y qué cabrón, con esta forma de mirarme hoy (qué hacemos aquí, otra vez, tú y yo, y qué hacemos sin permiso para el tacto).

Todos estos años hemos debido hacer algo parecido a dejar un reguero de luz para alumbrarnos los cadáveres: tu canción nuestra de adolescentes suicidas, las pintadas de amor en aquel muro, tu cresta increíble mi culo aún perfecto.

Se ven bonitos. No te harás el triste tú sabías, que lo nuestro eran chispazos a fundido. Que dieciséis tiene más de número que de palabra y los números con piercing, haz la prueba, no son de fiar.

Pero eh, que estuvimos allí. Que lo vimos: Orión iluminándonos los pies hasta las dunnas. Tu cuerpo y el mío con su borrachera tibia, con la incredulidad de ser, de estar siendo, mayores y a medias.

Después aprendimos a odiarnos. Más después, tal que hoy, me miras y estamos tan lejos que me entra la risa.

Todas muertas, 16.

Pero eh: fuimos justo cuando su luz contra la arena (luz-cuerpo-luz-cuerpo-luz).



viernes, 28 de enero de 2011

Disparo en semiautomático

La horca de las medias abrazada a mis costillas. Trident engrudando adoquines, vuelta al gris. Où diables est la plage, más o menos. Un diccionario francés-español 5th printing 1984, printed in Switzerland. Octavillas blancas qué hay de mis revueltas universitarias. La acuarela del tío Emilio sobre un montón de cajas. Marroncísimas todas las cajas. Pero la palabra marroncísimo no está en el Diccionario. Que digas 'sí', 'sí', 'sí'. El autobús repleto de esquimales. Las 21:58 acotando el diálogo. Planear dar aire a lo espontáneo. Planearlo. Bailarme el espejo desnuda Narciso no sabía quererse. Llenarme el estómago de queso. Patear el trípode agarrarme la vida con las manos.

viernes, 7 de enero de 2011

berührbar

Me enamoré de él queriéndote muchísimo. Traía el café como tú, cada mañana; sin mediar palabra llegaba hasta mi mesa haciendo malabarismos que olían a nueve y media. Con esos ojos de querer arrancarme el sujetador con la boca. Yo abría el correo; tú, tu teclear lacónico a dos dedos, me contabais que anoche unas cervezas con Max y hoy libre a partir de las cuatro. Por ejemplo. Ein dicker kuss. Pero los besos por escrito no llegan a su destino, ya sabes.

Todo el calor del café de regalo. Como todo lo que me traía. Todo caliente, todo de regalo, tienes que entender: él, cada vez menos él, cada vez más parecido a lo que me quedaba de ti (tienes que acordarte: una vez fue tangible). La oficina se hizo nuestra casa. Yo me despertaba con el nudo del ombligo agigantado pensando en vuestros ojos de querer disolverme con saliva. Fue dejando de importarle que usara tu nombre para decirle mientras follamos. Tienes que comprender; todos se besaban en la calle.