domingo, 13 de septiembre de 2015

di un olor.

Que apenas tengo un olor, dijiste.
Yo quiero tener un olor.
Uno lo suficientemente mío y lo suficientemente de otras
que haga que te gires en la calle porque de repente
AY
y entonces yo
sin cuerpo y en mitad de tu camino
(valiente hija de puta)
oliendo a, UH,
con un olor que sea volver a alguna casa,
ésta que soy yo y que llevo a cuestas
como un caracol.

Tenía una amiga, Paula.
Paula tenía un olor que era el olor de su casa.
La ropa que me dejaba Paula era llevarme a Paula. Quedármela.
Me enamoré de su madre, y de su padre también. Un poco
(porque yo a la edad de apenas tener años,
ni olor,
ya era muy de enamorarme de la gente con montones de años).
Los abrazos que me daba Paula eran como unas llaves
haciendo clín clín clás hasta su casa. Hasta sus padres.

Tú también tienes un olor
muy tuyo
y un poco de otra gente.
A veces estoy caminando y de repente,
AY, AY. UH.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

muertos de sangre

Esta noche he hablado con los muertos.
Grandes, profundos, afilados.
Tallándome amenazas en la panza
cosiéndome las faltas que he faltado.
Muertos de sangre usando nombres de árbol.
Y arrugaban con pezuñas mi garganta
Para impedir que me saliera el aire.
Casi me ahogo, de dentro, incapaz de deshacerme del aire.
Toda esta vida que yo sí pero ellos nada.
Me estaba ahogando.
De no poder gritarle a la muerte de mi padre.
Quiero gritar gritarlo todo.
Mi abuela era una vieja de doce años
¿no me reconoces?, preguntaba.
Media melena oscura tez morena silueta delgada
¿no me reconoces?
¿no reconoces a tus muertos de infarto
A tus muertos de alcohol
de navaja
de tos
de bien mal curado?
Esta noche he hablado con algunos muertos largos
con algunos muertos tiernos y con muertos que he matado.

La taza dice Bonjour!, la puta taza.
Inflada hasta el filo de cereales y fantasmas.