domingo, 10 de mayo de 2015

zumo de asfalto


Se ha puesto las botas de agua porque no tiene sayo y en este mes nunca se sabe qué va a hacer de nosotras el clima. Y sobre las botas una falda corta que le enseña a todo el mundo sus rodillas moradas. Y sobre la falda una camisa sin mangas que deja ver unos brazos salpicados de lunares. Dan muchas ganas, al verla pasar, de echar mano de un bolígrafo y unirle aquellos puntos para hacer constelaciones.

Casi todas nos quedamos con las ganas. De hacer constelaciones en sus brazos, de recogerle el pelo tras la oreja (quita, que así estoy muy fea), de sacarle a manotazos las botas de agua y darle besos en la punta de los dedos de los pies (¿has visto qué bonitos, mis pies, con las uñas pintadas?). Camina hacia rincones que no cuenta a nadie y empiezo a sospechar que no va a ningún lado. Quizás porque ya está donde buscaba: Madrid es la casa hiperactiva y cementada que imaginó en la infancia de trigales, el olor a coche atravesado, el sabor a zumo de naranjas-gasolina. Madrid es una excusa para no tener que seguir siendo esa que todos esperaban, porque en Madrid sólo cuenta de sí lo que quiere que el resto contemos después, cuando marcha. Yo sé que la sé de mentira, pero es una mentira hermosa, la que enseña.

Todas nos quedamos con un algo de su ausencia prematura, con un algo de su voz rota y su tacto. Todas las que hemos brindado con sus manos frente a un vino blanco, las que se quedaron en el portal, las que le empapamos de olor a intimidad las sábanas que cambia, deprisa, la mañana en que nos vamos. No hay forma de no recordarla.

Está sola y pienso que se basta. Los cardenales de sus rodillas de los que antes te hablaba son de lanzarse aprisa contra lo que viene: y lo que viene es nuevo siempre, y en lo nuevo no le cabe nadie que ya ha estado. Tan inabarcable-tan ligera-tan honda, su huella de piel alunarada y esa sonrisa de niña que se ha terminado a escondidas las fresas que mamá preparó para los invitados. Tan de paso por todas-tan de paso en mi historia que ser anécdota en su mes de mayo es diminuto y me basta.

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