Va a hacer
dos años del día
que cumplí
veintiséis años y dijimos:
esto no va, mi amor, qué puta
mierda, qué locura.
(Y algunas
palabras más).
Setecientas
treinta noches abrazándome al cojín marrón de terciopelo
al rojo pequeñito al azul
marino a una sudadera al bulto del edredón a otros cuerpos que no son el tuyo a
lo que sea.
A los seis dormía sola y a los veintiséis, ya ves.
Fue faltarnos y no sé
concebir el
sueño sin algo
que haga
nido al otro lado de mi codo, que amasar con los dedos.
Había un dolor de pájaro roto en las noches sin otro,
en las noches con otras que quise olvidar antes del desayuno.
Había un dolor, mi amor, de no estar sabiendo
que no existe forma de que duerma sola.
De no haber entendido que nadie
duerme
nunca
en una cama vacía.
precioso
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