Hay días en que se te mezclan
todos. Te pones a pensar en la terraza en la que desayunabas con M y en seguida
estás recordando cómo era querer a J. Vienen a tu memoria todos los avisos de C
(es ahora o no va a ser), la forma en
la que D lograba que se te mojaran las bragas tocándote apenas el hombro y
haciendo bailar hueso contra piel. Y ya no sabes a quién echas de menos.
Y le
escribes un mensaje a C para que entienda, ¿lo sabrá quizás?, lo terriblemente
importante que fue. Y le dices a C que gracias por haberte querido cuando tú
estabas doblada una vez y diez sobre ti misma, abrumada (¿en serio me quisiste tanto?), hecha un ovillo de
nervio y duda. Porque de repente necesitas, necesitas absolutamente y con prisa que C
entienda que tú sí que quisiste pero que, y, joder, la
boca de C, voy a escribirle a C un poema voy a.
Pero entonces D. Mierda, D. Qué
difícil nos lo hiciste qué de trampas le pusiste a las ganas que tuve de… a las
ganas que tengo de. Mierda, D, tengo que llamar a D, decirle que.
Y paseas sola por la calle en la que J
saltó del tirón seis cajas de cartón hechas fila sobre el suelo, y el amor con
J se te antoja Amor, y el amor de M sabe a cruasán francés y qué ricos los
cruasanes y qué hambre, qué hambre de M por dios.
Y ya no sabes a quién echas de
menos. Y vuelves a casa y hablas con una pared muy blanca y le dices, le dices
a una puta pared ay, cómo os he querido, cómo os quiero tanto a tantos yo,
joder. Y te metes en la cama y nosecuántos pies, nosecuántas manos nosecuántas
bocas hechas agua, nosecuántos cigarritos de después.
Me encanta...Así es :)
ResponderEliminarMe encanta...Así es :)
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